LOBO GIGANTE

El lobo mas grande que jamás haya pisado la tierra fue el lobo gigante. Durante más de 100.000 años este fiero animal creció y vivió en manadas de 30 o más ejemplares, lo que le permitía plantar cara a enemigos tan gigantescos como el oso de cara corta o el tigre dientes de sable. Su arma más poderosa era la mordida: un considerable cráneo y mandíbula lo dotaban de impresionantes dientes, que le permitían matar y consumir animales más grandes que él. Aproximadamente, la mitad de su dieta consistía en caballos y la otra mitad en bisontes. Esta intimidante presa ofrece una clara evidencia del comportamiento y desarrollo de los antiguos lobos, bestias capaces de realizar hazañas pese a su pequeño tamaño. Pero ni siquiera la enorme fuerza de la manada pudo salvarle de la extinción, aunque su primo más pequeño y no tan temible, el lobo gris, lograra sobrevivir de forma misteriosa.






RETRATO DE UN HOMBRE LOBO

LA GUARIDA DEL LOBO - MÚSICA DE RELAJACIÓN

La Guarida del Lobo
Música de Relajación

Bosque Nevado
Lobeznos
El Nacimiento
El Lobo
Media Luna
El Deshiele
Noche de Tormenta

LAS MONTAÑAS DEL LOBO

Las montañas del Lobo cuenta las tensiones que se producen en el interior de una manada saturada de miembros, que obliga a dos, un lobo viejo y otro joven, a abandonarla para siempre. Rodríguez Acha sigue las peripecias de esta pareja de lobos errantes, de estos fugitivos sin tierra, que tienen que correr mil riesgos para conseguir comida, que se adentran en espacios desconocidos para ellos, que se enfrentase a otros lobos cuando pasan por su territorio, que olfatean el peligro que supone la presencia del hombre, que tienen que pescar o comer uvas para sobrevivir.











UNA HISTORIA MITOLÓGICA


Cuenta la historia que existía una mujercita lo innecesariamente adulta para ser tan niña y lo extraordinariamente mágica para ser mujer.

Su particular manera de ser la llevó a mundos lejanos y cortos, por caminos nuevos, otros viejos y otros más completamente curiosos como para despertar la hiperactividad de la nena.

Siempre sintió que su alma no era de este mundo, mucho menos su cuerpo para estar atada a un sólo lugar. Su fuerza era indómita, su andar silvestre, su naturaleza aventurera y su corazón de investigadora de mundos.

Día tras día se preguntaba: “qué hago aquí, esto es muy pequeño para mí o será que soy yo quien no cabe acá”.

Por supuesto ella no nació de la nada, tuvo la gran dicha de poseer la mejor familia que pudiera existir. Ella la amaba y era su gran soporte, no había en el mundo nada más importante que su familia.

Pero ella creció y aunque existen reglas, normas, estatutos y limitaciones pertenecientes a toda una excelente formación... ella era ella, un ser individual, cimarrón, que quería conocer y vivir el mundo.

No el mundo que la rodeaba, ese no, ni el mundo cercano y fácil, no el mundo normal; ella deseaba entrañablemente conocer un universo paralelo.

Lo buscó, lo trató de ubicar, encontró los implementos necesarios para emprender la exploración, sin embargo, no topó con suerte.

Fue así como armó su propio mundo, una especie de subrealidad, donde los ritos y las ceremonias valían sobre todo. Los códigos y los versos eran su léxico, las danzas interminables su seducción a los vientos, el canto su control a los tiempos y la luna su fuente de energía.

Estos elementos pesaban más que el comportamiento humano común, era una especie de aura mitológica, casi autista, matriarcal por supuesto, ¡ella era mujer! Todos los elementos juntos le habían proporcionado una luz brillantemente especial.

Armada de casi todo lo que requería, empezó a forjar vida...

Recorrió pueblos y avenidas, callejones y senderos, ciudades chicas e imperios sorprendentes. Y así como conoció lugares, frecuentó gentes: altas, pequeñas, gordas y flacas, interesantes y aburridas, risibles y lamentables, conoció y conoció y jamás se cansó de conocer.

Tanta era su sed salvaje de indagación de tierras y culturas, que logró armar campamento en un sitio lejano, desconocido, con idiomas y actos novedosos, los aprendió, adaptó los que le atraían y desechó los que no. Y así incluso, fue con los moradores: unos nativos, otros extranjeros igual a ella.

Caminando vías y destinos pasó por experiencias múltiples, ahora interesantes de narrar pero largas también, quizás no era una vida comparativa a la de los demás, pero había vivido. A su edad había vivido muy a un estilo propio, casi inexplicable para otros, por eso amaba su vida.

Y entre este tanto que conocía y aprendía, se redescubrió.

Al fin su salvajismo tenía una explicación: no era niña, no era mujer... ¡¡¡era una loba!!!

Como loba se condujo por días, semanas, meses y años. Siguió recorriendo pueblos y avenidas, callejones y senderos, ciudades no tan chicas e imperios no tan sorprendentes, pero sí coleccionables para su mundo paralelo.

Mientras caminaba y trotaba bosques, fue atrapada en inhóspito cautiverio. Basada en su previa experiencia altamente adaptable, en un inicio no presentó resistencia. Mas el contacto con algunos de los seres ahí habitantes dio rienda suelta a la asfixia y desolación.
Al fin cayó en cuenta de que estaba enclaustrada. Aquel lugar no era un refugio, era un encierro.

Inició tácticas para evacuar esa sensación, adecuó procesos de socialización, en algunos casos increíblemente majestuosos, otros abortivos. Y como anteriormente lo había hecho: rescató lo rescatable y marginó lo desechable.

Entre y jaula y jaula, en un rincón encontró imágenes conocidas, familiares, sujetas a su alma, curioseó, averiguó y preguntó, fase que nunca debió explorar. Literalmente entraría a la cueva del lobo...

En un mundo normal encontró alguien anormal igual a ella.

Un lobo adulto, mucho más. Ella apenas era una lobezna, cachorra por auto descripción y medición de su familia.

Lobo gris adulto y lobezna empataron, corrieron, se alejaron, lograban de vez en cuando invisibilizarse de los demás acechadores.

Lobo gris sedujo con palabras mitológicas y aromas afrodisíacos sobre posesivos. Embrujó con cuentos de excelente redacción y relatos de vidas anteriores semejantes o impresionistas, casi envidiables para la cachorra.

Logró capturar su atención. Se entretuvieron compartiendo mundos en medio del cautiverio.

En un primer plano simpatizaron, luego se atrajeron, pese a que en un bosque lejano Lobo gris tenía su propia camada. Aún así, había nuevas historias que construir.

Cada luna llena era un festín, Loba cantaluna se enigmatizaba y lograba que el Lobo gris celebrara con ella tan especial ciclo lunar.

Danzas de cortejo aparecieron una y otra vez, por días desaparecían, no obstante, volvían a danzar al acercarse la luna llena.

Ambos eran fuertes, muy fuertes, pero más que fuertes... indómitos, egocéntricos, apasionados de su individualidad y demandantes de protagonismo, siendo esto la debilidad para tan mitológica relación.

Buscaron espacios, los mismos que fueron rechazados en múltiples ocasiones, lastimándose constante y mutuamente.

Era obvio que Lobo gris había recorrido bosques más que Loba cantaluna y sabía muy bien cómo defenderse en esos territorios, mientras que ella apenas los descubría.

Loba cantaluna pese a su valentía y coraje al enfrentarse al mundo, era tan cachorra que estaba acostumbrada a ser sobre protegida, por lo que pretendió más de una vez que él entendiera su posición, ella había nacido para brillar en todos los ámbitos y jamás soportaría la idea de segundar en ninguna situación.

Lo intentó, pero era más fuerte la terquedad del Lobo gris y se separaron por un tiempo muy largo, muy extenso en las vidas lobunas.

Aunque su distanciamiento tuvo las mejores intenciones, fracasaron. Volvieron como fieras locas a olfatearse en medio de aquel indescifrable cautiverio y en esta oportunidad fue peor.

La lobita había cambiado, había tomado una decisión, por primera vez estaba segura de lo que quería con el lobo adulto. Mas su deseo fue apaciguado por el disimulo, no quería que él lo notara, lo dejaría avanzar hasta donde su poca humildad lo dejara y pasó lo que pasó.
Al acercarse la primera luna llena del sétimo mes de sus ciclos, Lobo gris lanzó la mejor propuesta de toda esa inaceptable pero loca y atractiva relación: le prometió un escape del cautiverio.

La huída sería para la segunda luna llena del séptimo mes. Justo la luna llena extra, justo la luna que permitiría hacer cualquier cosa...era extra, daba licencia a ser lo que se es.
Los ojos ajenos la alertaban de que no debía ser, mas lo internos siempre usaban antifaz como quien no quiere ver la realidad.

Lo pensó, lo meditó y repitió los porqués de su seguridad ante aquel paso que daría. En una situación muy personal estaba lista: orgánica, sicológica y biológicamente estaba preparada, no obstante, a nivel emocional, titubeaba.

Ese miedo giraba espiral mente jalando entre el raciocinio y la mitología. Estaba segura de que era el lugar, era la fecha y era su estado actual.

Intentó compartir criterios con el lobo, pero fue imposible, el lobo contaba con la suerte de poder fugarse en intentos de oxigenación y para esa época él estaba por cavar hoyos y correr.

Lo distrajo más su fuerza natural que el imán con la loba y volvió hacer lo que a ella siempre la lastimó. Se marchó sin despedirse justo antes de la gran huida, días previos al escape a la locura, al deseo, al encuentro con el frenesí, a la recuperación de su yo interno... como una estampida al universo paralelo.

Fue entonces cuando ella comprendió que por más que quería a aquel Lobo gris, jamás dejarían competir: quién aúlla más fuerte, quién corre más rápido o quién caza mejor.
Nunca acordarían sus estados mentales y emocionales y esto evitaría sobre todas las cosas su danza de apareamiento.

Y así fue como tomó su segunda gran decisión respeto al Lobo gris.

Descubrió una diferencia entre ambos: ella sí lo quería, más de lo que pensaba, estaba consciente que aunque fuera el lobo más lobo, en ocasiones se convertía en un simple hombre, comportándose como tal.

Empero su necesidad de refugio en él la detenía para largarse del todo, no contemplada estados de realidad. Lobo gris nunca iba a dar más que lo que él quisiera.

Loba cantaluna no quería más, sólo explotar al máximo aquello ya dado. Pero él nunca lo entendió, nunca pudo ver que ella no era igual a ninguna hembra conocida por él.

Y Loba cantaluna empezó a remover con sus patitas la humedad en sus ojos pardos. La primera luna llena del sétimo mes aulló y aulló.

Descubrió que lo quería demasiado como para estar cerca de él, cada desplante pasado y futuro provocaría odio y eso ella no lo permitiría, jamás su corazón abrigaría un sentimiento negativo para aquel con el que más de una vez había compartido lunas.

Así que mientras secretamente alistaba mochila y empezaba a cavar hoyos justo como él le había enseñado, la loba silenció su voz, colocó bandera blanca y pidió tregua, estaba segura de que le quedaban muy pocos días en la jaula y decidió regalar la paz al lobo adulto, ya era suficiente con el cautiverio como para cargar con una negatividad mayor.

Sin embargo, Lobo gris partió a uno de esos viajes de oxigenación, dolorosamente al lugar que prometió a la loba. Él no se dio cuenta pero ella se despidió, aquella mezcla entre la separación del lobo y el peso del encierro era demasiado para ella, así que quizás ella regresaría al bosque en el que vivió por seis años.

Faltaría un ciclo lunar entero para alcanzar la fecha prometida en la que la luna llena sería tan gentil en volver a lucirse.

Qué días tan densos, que mortal espera: cavando hoyos, aullando fino y largo. Aquella luna llena extra era la mayor propietaria de expectativas como para dejarla desperdiciar.

Loba cantaluna no sabe dónde la aullará, pero sí sabe con seguridad que en las tierras lejanas de histórica existencia, de bosque seco y clima amigable, allá junto a otros seres salvajes y excitantes promesas, se escuchará el aullido más largo jamás antes escuchado... porque no será uno, serán dos fundidos mitológicamente sin importar distancias, ni estados, ni estereotipos, ni mitos, ni tabúes, sólo el pliegue de algunos kilómetros que marcarán… el inicio de una leyenda.