LA MUCHACHA Y LOS LOBOS - LEYENDA DAKOTA

Una doncella Dakota se casó con un hombre que le prometió amarla y respetarla, pero que no cumplió su palabra. Era un hombre sin juicio que le pegaba con frecuencia. En medio de la desesperación que le producían los malos tratos que recibía, la muchacha se marchó de casa.

Fue imposible encontrarla. Ni un sólo rastro de ella fue encontrado por quienes, durante días y días, intentaron averiguar su paradero.

La muchacha Dakota vagó por los bosques durante varios días hasta que una mañana se encontró con un hombre, al que preguntó quién era. Ella no lo sabía, pero no se trataba de un ser humano sino del jefe de los lobos. «Ven conmigo», le dijo; y la llevó a una enorme aldea en la que habitaba una gran cantidad de lobos: lobos blancos y negros, grises, y coyotes. El jefe de los lobos llevó a la joven aun gran tipi y la invitó a entrar. Le preguntó que deseaba comer. «Carne de búfalo», le respondió la muchacha. El jefe lobo llamó a dos coyotes y les ordenó que trajeran lo que había pedido la muchacha.

Los coyotes se marcharon y al cabo de unas horas regresaron con un cuarto delantero de búfalo joven, recién cazado. « ¿Cómo lo preparas para comerlo?», preguntó a la joven Dakota el jefe de los lobos. «Lo hiervo», contestó ella. El jefe llamó nuevamente a los dos coyotes, que tras recibir las instrucciones regresaron con un pequeño fardo que contenía pedernal, eslabón y yesca, los enseres necesarios para encender el fuego, que debían haber robado de algún campamento. « ¿Cómo preparas la carne?», le preguntó el jefe lobo. «La corto en rodajas», le explicó la joven. Una vez más, los coyotes se encargaron de traer un cuchillo en su funda, y la muchacha cortó la carne de búfalo y comió hasta recuperar las energías perdidas durante su camino por los bosques.

Los lobos eran muy amables con la muchacha y ella se sentía cómoda en su compañía. Así, transcurrieron muchos meses. Una mañana el jefe de los lobos le dijo: «Tu pueblo ha salido a cazar búfalos y mañana al mediodía llegarán aquí. Tienes que salir a su encuentro o caerán sobre nosotros y nos matarán». A la mañana siguiente, casi al mediodía, la muchacha subió a una loma próxima al campamento de los lobos y vio avanzar hacia ella a algunos jóvenes guerreros a caballo. Se puso en pie y alzó las manos para que los guerreros la vieran. Los jóvenes se preguntaron quién sería y cuando se acercaron a ella la observaron con atención. «Hace un año perdimos a una joven; sí, eres tú! ¿Dónde has estado?», le preguntaron los guerreros. «He estado en la aldea de los lobos. No les hagáis daño», contestó la muchacha. «Iremos a decírselo ala gente del pueblo», dijeron ellos. «Mañana al mediodía regresaremos para reunirnos contigo». Al día siguiente la muchacha volvió a subir a una loma próxima, distinta a la del día anterior. Desde allí vio como la gente del campamento avanzaba en una larga hilera por la pradera: primero iban los guerreros, y detrás las mujeres y las tiendas.

El padre y la madre de la muchacha estallaron de júbilo al ver a su hija. Pero cuando se le acercaron, la joven se desmayó, pues no soportaba el olor de los humanos. Al recuperarse, dijo: «Tenéis que ir a cazar búfalos, mi padre y todos los cazadores. Volved mañana y traed.

El padre prometió hacerlo; y todos los hombres del campamento montaron sus caballos e hicieron una gran cacería. Y al día siguiente, regresaron con los caballos cargados de carne de búfalo. La joven les mandó colocar la carne amontonada entre dos colinas que les señaló. Era tanta la carne, que la cima de las dos colinas quedaba a la misma altura que la pila de carne. En el centro del montón de carne, la joven plantó un palo con una bandera roja. Y luego lanzó un gran aullido, como los lobos. En pocos segundos, toda la tierra se cubrió de lobos, que se lanzaron ávidamente sobre la carne y en poco tiempo devoraron hasta el último trozo de carne de búfalo. La muchacha Dakota se reunió entonces con su pueblo. Su esposo le pidió que volviera a vivir con él. Ella se resistió durante un tiempo. Pero al final, se reconciliaron

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