EL LOBO QUE QUISO SABER SOBRE LOS HOMBRES

Allá donde la blancura de la nieve ciega y la espesura del bosque niega la entrada a los humanos, una manada de lobos habita. Cazan y viven según sus instintos salvajes, alejados de todo contacto con el hombre. Libres y orgullosos, ese es su reino.
Ocurrió una mañana de invierno que acertó a pasar por allí un grupo de cazadores en busca de una presa con la que llenar el cesto de su ambición. De los lobos nada supieron, astutos y esquivos se ocultaron en el bosque en espera de que la partida de humanos se alejase. Mas un joven lobo, poco más que un cachorro, sintió curiosidad por esas extrañas criaturas que caminaban a dos patas.
— ¿Madre — dijo — quienes son esos animales?. Jamás olfatee un olor tan extraño...
— Hijo mío, eso que has visto son hombres — un rastro de temor apareció en los ojos de la vieja loba — nunca has de acercarte a ellos, son crueles y peligrosos. Prométeme que si ves uno correrás a esconderte.
El joven lobo asintió, pero en su pecho la curiosidad prendió la mecha de la duda y días mas tarde, a expensas de la oscuridad, abandono en silencio la manada en busca de esas criaturas que llamaban hombres.
Camino por valles y montañas, por neveras y claros durante dos días y no hallo rastro alguno de lo que perseguía con tanto anhelo.
Cierta mañana, cuando se hallaba reposando en un claro y la desesperación comenzaba a hacer mella en él, vio acercarse un cuervo.
Este revoloteo unos momentos sobre él, sus alas brillaban a la luz del sol en reflejos que quemaban con solo mirarlo y su mirada astuta e inquisitiva reparó en el joven lobo. Fue a posarse en la rama de un acebo y desde allí hablo.
— ¿Qué hace un lobo tan lejos de su manada?. Si apenas eres un cachorro.
— Eso no es asunto tuyo – respondió el lobo orgulloso y mientras decía esto se incorporó para reiniciar su marcha.
— Como quieras lobo maleducado, pero yo que tu andaría con cuidado, no hace mucho divise una partida de cazadores escopeta en ristre.
— ¿Humanos? – pregunto el joven lobo viendo sus ansias casi colmadas por fin – habla cuervo. ¿Por donde has visto a ese grupo?.
— No pareces muy asustado de saber de la presencia de humanos, es mas, casi se diría que estas ansioso por encontrarlos.
— ¿Asustado?. Hace varios días que voy tras de ellos. ¿Por qué habría de estar asustado?. Quiero encontrarlos y saber mas de ellos.
El cuervo rompió en carcajadas y apunto estuvo de caer de su rama.
— ¿Saber mas de ellos?. O eres un loco, o un ignorante o ambas cosas.
— No tengo porque escuchar tus insultos cuervo, he de encontrar a los humanos – dijo el lobo alzando su cabeza y alejándose altivo.
El cuervo alzo el vuelo y siguió con premura al joven lobo.
— Espera, ¿a qué tanta prisa?. ¿Puedo saber al menos porque quieres encontrarlos?
— Ya te dije, quiero saber de ellos...
— Jamás escuche hablar de un lobo interesado en humanos. ¿Acaso ignoras vuestro ancestral odio?
El joven lobo freno en seco su trote y se giro hacia el cuervo.
— ¿Por qué habría de odiar a los hombres? Si nunca me encontré con uno. ¿Vuelves a reírte de mí?. Déjame proseguir mi camino.
— Disculpa mi joven amigo mi burla, pero en realidad que si lo que estoy oyendo no es una locura, no sé que puede ser. ¡Un lobo amigo de humanos! ¡ Menuda idea! – dijo divertido el cuervo – Solo vean tu silueta en el horizonte, dispararan sobre ti para darte muerte. ¿Tan poco aprecias tu joven vida?.
El lobo quedo entonces en silencio. No entendía porque los hombres habrían de querer matarle, el solo quería saber mas de ellos.
— Espera, ya te dije que los vi y aun andan lejos de este bosque. – prosiguió el ave a la vez que se posaba en un tronco muerto — Siéntate unos momentos y charla con este viejo cuervo. Tal vez, sepa como ayudarte para que puedas acercarte a ellos y que no disparen sobre ti.
— ¿Cómo podría hacer eso, si por lo que dices, nada mas al verme querrán darme muerte?. — pregunto el lobo decepcionado.
— Mira, cuando era joven, escuche hablar de un manantial mágico, uno de aguas puras que transcurren torrenciales montaña abajo, no muy lejos de aquí. Dicen que el animal que bebe de el puede convertirse en humano durante un día. Así podrás acercarte a ellos sin que sospechen que eres en realidad un lobo.
— ¿Dónde esta ese arroyo cuervo?. Dímelo porque allí he de ir y beber de sus aguas para estar con el hombre, aunque, sea por un día.
El cuervo guió al joven lobo a través del bosque, dejando cada vez más atrás los parajes donde su manada habitaba. Por fin llegaron a un claro donde, escondido tras un gran árbol, nacía de la piedra un arroyo que discurría entre piedras..
— Este es mi joven amigo – dijo el cuervo posándose en una piedra – pero he de advertirte de algo antes. Si no has regresado aquí y vuelto a beber de sus aguas antes de que la luna de esta noche se oculte, nunca volverás a ser un lobo, serás un hombre para siempre.
El joven lobo acerco su hocico al arroyo que brotaba de la piedra y bebió de el sin vacilación alguna. Instantes después de haberlo hecho, se incorporó sobre sus nuevas piernas y miró en el arroyo su nuevo aspecto.
Apuesto y hermoso nada queda de su antigua naturaleza, excepto su mirada a la que se asomaba su pasado de cazador.
— Cerca de aquí, caminando hacia el ocaso, hay un asentamiento de humanos, pero recuerda – dijo el cuervo – que has de volver a beber de este mismo arroyo antes que la luna se oculte.
Le costo acostumbrarse a su nueva forma de moverse. Desde la altura a la que su bipedismo le obligaba no llegaban con tanta claridad los olores del bosque a los que estaba acostumbrado y tropezó en un par de ocasiones con las raíces de árboles. Tal y como el viejo cuervo le había indicado, a no demasiada distancia halló un pueblo, a los pies de la montaña que le vio nacer.
El joven lobo, con apariencia humana entro en él y hablo con su voz humana a quien quiso escucharle y escucho con sus oídos humanos a quien tuvo algo que contarle y toco con sus manos humanas y olfateo con su nariz humana y fascinado como estaba por esas criaturas, no calló en la cuenta de lo que el cuervo le advirtió.
Y la mañana llego y a esta le siguieron mas mañanas y mas días también y el lobo con apariencia humana olvido los bosques que le vieron nacer y empezó a recordar cada vez menos la manada que lo protegió allá arriba en la montaña. Así fue como el lobo que quiso conocer a los hombres, perdió su naturaleza salvaje y se convirtió en humano.
El invierno paso y a este le sucedió la primavera y un verano preñado de frutos y tras él, un otoño pardo color ceniza y una vez mas, las nieves llegaron al valle y con las nieves el invierno de nuevo y el lobo sintió que era momento de regresar y quiso volver a la montaña que le vio nacer y hablar a la manada de los hombres. De cuan imperfectos y fascinantes eran, de sus vidas plagadas de errores y a la vez plenas de aciertos, de sus sueños y anhelos de sus deseos y pesares de sus esperanzas y miedos y por segunda vez emprendió el camino al amparo de la oscuridad.
La luna es una mortaja sobre el cielo del oeste cuando la manada descubre al humano. Camina torpe entre los árboles y le ven tropezar y rodar ladera abajo, cubierto de nieve. Habla en una lengua extraña que no pueden entender. Le dejan caminar cojeando mientras se acerca a ellos. La manada rodea al humano. Las hembras protegen a las crías mientras los machos con el lomo erizado se enfrentan con él. Uno de ellos se abalanza y detrás va el resto.
Solo un viejo cuervo presencia la cruel escena y alzándose sobre las copas de los árboles se le escucha decir:
— ¡ Un lobo amigo de humanos! ¡Menuda idea!.

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