METAMORFOSIS ERÓTICA (VERSIÓN LIGERA)

La figura de la loba era casi imperceptible bajo el sicómoro azul, el mundo a su alrededor se inundaba de sombras.
La loba miraba hacia el lago, estaba esperando que la luna engalanara de plata sus aguas para poder reflejarse en él.
La loba solitaria se sentía hija de la luna. Por eso cada noche de luna llena iba a su encuentro.
La loba se sentía exhausta, había estado todo el día de caza con su manada, corriendo por el bosque peleando por las presas, por eso al terminar el día se acercaba a su paraje secreto, a descansar, allí tenía su madriguera.
Dormía envuelta en aromas de jazmines y romero, pero el perfume que más le gustaba era el de un pequeño galán de noche que un día empezó a crecer allí. Todas las noches recostaba la cabeza sobre ese arbusto para embriagarse con él.
La loba esperaba plácidamente el momento de encontrarse con la luna, cuando sintió crujir una rama en algún lugar cercano. La loba aguzó sus sentidos, irguió las orejas, los ojos se le ennegrecieron, sus fauces se abrieron desafiantes, el lomo se le erizo presintiendo el peligro. Pero no oyó nada, pensó que seria algún animal hermano.
En ese momento, la luna comenzó a traspasar la espesura, buscando con ternura las aguas del lago, donde ver reflejada la cara de la loba solitaria.
La figura de la loba se vistió de plata, y su espíritu se lleno de vida, cuando los rayos de la luna le traspasaron el alma. La loba solitaria se irguió desafiante hacia la luna, los músculos se le tensaron y todo el bosque enmudeció, ante el aullido salvaje de esa loba.
Luego la loba se adentro en el agua para juguetear con los rayos de la luna. En el silencio de la noche, la loba se reencontraba con los arcanos de su raza. La soledad la protegía y la loba desinhibía su alma.
Con cada gota de agua que mojaba su cuerpo, la loba recordaba su niñez, y una felicidad plena la embargaba, su alma volvía a la guarida de sus ancestros. Allí, donde sintió las primeras caricias de sus progenitores, donde los juegos con sus hermanos, le enseñaban sentimientos de libertad, de solidaridad y de lucha. Allí, donde la felicidad era completa.
Por eso necesitaba estas noches de luna llena. En la soledad de su paraje secreto la loba recordaba los tiempos, en que no estaba sola. Como si de una lobezna se tratara jugueteaba con el agua, cerraba los ojos y volvía a sentirse niña otra vez y liberada de tensiones.
Pero hoy no estaba sola, detrás de un arbusto observándola había un joven cazador, paralizado ante el espectáculo que estaba viendo, una y mil veces se encaró el rifle para matarla y otro tantas lo bajo, ante la hermosura de la loba. Por la mira telescópica vio los hermosos ojos de la loba, salvaje s... cuando se irguió desafiante ante la luna y tierno s... cuando se adentro en el agua.
El joven cazador estaba fascinado ante esa loba, sentía que estaba observando algo irrepetible. Con su rifle quiso abatir esa maravillosa presa pero no pudo hacerlo. Y se fue...
Pero el cazador no pudo olvidarse de la loba, por las noches soñaba con ella. El cazador se sentía embrujado y decidió volver al bosque para matarla y así sacarse esa desazón que sentía, cuando recordaba a la loba.
Busco y busco el paraje donde estaba la madriguera pero no lo encontró. Exasperado, colérico, comenzó a abatir a todos los lobos que encontraba por su camino, pensando que con cada uno de ellos mataba el veneno que tenía dentro.
La loba, oyó de las andanzas de ese depredador y se hizo más cautelosa, sólo se relajaba cuando llegaba a su paraje secreto.
El altivo cazador seguía en el bosque buscando a la loba y un día, se topó sin saber como con su madriguera, el corazón le saltó en el pecho. La loba no estaba y el cazador sudoroso se acercó al lago, y tranquilamente se desnudo sumergiéndose en sus aguas.
Sintió que se aliviaba la furia que sentía hacia la loba, el paraje era brujo sin duda, el aroma de jazmines y romero inundó sus sentidos, se sintió cansado, salió del agua y se tumbo en la hierba, el perfume del galán de noche lo cubrió. Caía la tarde y el cazador relajado se durmió.
La loba avanzaba corriendo por el bosque, había tenido noticias de que el depredador andaba cerca, estaba rabiosa contra él porque había matado a una loba amiga, quería encontrarlo, despedazarlo, hacerlo sufrir.
La loba se adentraba en la espesura corría hacía su madriguera, hoy seria luna llena quería olvidar al depredador, volver a aspirar la fragancia del galán de noche y descansar.
Las sombras invadieron el bosque cuando la loba llegó a su madriguera, su lomo se erizó presintiendo el peligro, cuando descubrió al intruso, una rabia sorda la invadió, la sangre se le agolpó en las sienes.
Estaba pronta a saltar sobre él para matarlo, cuando un rayo de luna cayó sobre el cuerpo del joven cazador.
La loba quedo paralizada, los rayos de la luna recorrieron el cuerpo desnudo del cazador, y una ola vertiginosa de calor invadió a la loba solitaria. La presa indefensa estaba allí a su merced, pero ella sintió sucumbir su ímpetu asesino. Se acerco a su presa despacio. Sus patas casi no tocaban la hierba.
La loba olisqueó al cazador y su olor la embriago, saco su lengua y lamió el cuello del cazador, sintió el palpitar de su sangre, la tibieza de su piel y avanzó inexorable hacia su boca, la loba mordisqueó los labios del cazador y se adentro en ellos.
El cazador sintió la lengua de la loba en su boca, ávida, exigente, caliente y se despertó. Sintió las patas de la loba en su pecho y una fuerza fiera lo asaltó, tumbo a la loba de espaldas y se subió encima de ella, sumergiéndose en su boca, acariciándola sin cesar, con cada beso y cada caricia el depredador sentía que se transformaba.
La metamorfosis invadió su cuerpo poco a poco, convirtiéndolo ante los ojos de la loba en un hermoso macho, un ejemplar de lobo gris fuerte e impetuoso.
La loba aulló enloquecida a la luna cuando sintió la fuerza del macho, sobre ella, el lobo buscaba el cuello de la loba, y ella se dio cuenta, que aún latía en su cuerpo el alma de un hombre, y que quería matarla. De un salto, se libero del abrazo traidor y una furia loca la acometió.
Quedaron frente a frente sudorosos, desafiantes, la piel se ondulaba en sus músculos, las fauces abiertas, dispuestos para la lucha. Sus miradas se encontraron y la loba vio sorpresa en los ojos de él.
La loba calibraba el momento de atacar... un silencio asfixiante la rodeo, la brisa se congelo en el aire... La luna se escondió tras una nube no quería ver aquello.
Como un flash pasó por la mente de la loba solitaria los consejos de su madre sobre los depredadores y las presas: "Si es amenazador y mayor que tu, huye; Si es más débil, decide que es lo que quieres hacer; Si esta enfermo, déjalo en paz; si tiene púas, veneno, colmillos o garras afiladas, retrocede y aléjate en dirección contraria".
La loba se dio cuenta perfectamente que frente a sí, tenía al más mortal de sus enemigos y que debería huir. Pero no podía, la traición de aquel abrazo la enfurecía... quería venganza.
La loba arremetió contra él con una fuerza asesina, los dos saltaron a la vez... sus cuerpos se encontraron en el aire... las garras horadaron sus pieles, el dolor era penetrante y sus aullidos erraron en el aire, como infinitos ecos hacia los confines del bosque, haciendo enmudecer de terror a sus criaturas.
El lobo sentía el cuerpo de la loba enloquecido tenso, sentía su corazón palpitar acelerado. Sin pensárselo dos veces el lobo se enredo en el cuerpo de la loba en un abrazo intenso, sentía arder su sangre. Sus cuerpos rodaron hacia la orilla del lago y en el fragor de la lucha se sumergieron en el agua. De inmediato apreciaron que su odio mermaba, el abrazo ya no era cruel, el lobo sintió la suavidad de la piel de la loba y vibró. Sus miradas se prendieron nuevamente y se reconocieron... tal como eran.
La loba creyó desfallecer cuando él la oprimió contra su pecho; y el lobo sintió una sacudida, cuando ella respondió a sus exigencias con gemidos y suspiros, dejándose llevar, entregándose, comiéndole la boca... Los dos aullaron al unísono.
Desmadejados se acercaron a la orilla, el lobo se desplomó a su lado cerrando los ojos, la loba recostó la cabeza en su pecho aspirando su aroma.
Y allí frente a la luna descansaron abrazados.
El lobo acariciaba el lomo de la loba suavemente, haciéndola sentir escalofríos en el alma. La mano del lobo acariciaba su espalda... bajando por ella, introduciéndose por sus recovecos. Cuando encontró lo que quería, el lobo se enardeció nuevamente y de un salto la poseyó otra vez.
La piel de la loba se erizó, sus manos arañaron la hierba y todo el bosque, quedó paralizado ante su agónico alarido.
El alma del lobo tembló. Aquel hermoso lobo cayó abatido sobre la loba y así los descubrió la luna.
La luna tapó con su manto el cuerpo de los amantes y el viento de la noche los cubrió con los pétalos del galán de noche.
Los ancianos del lugar cuentan varias leyendas sobre esta pareja de amantes. La mas conocida es que el joven cazador sigue siendo lobo y que se los ve a los dos corriendo por los bosques de la Alhambra, y bajo la luna, apretados fuertemente, vuelven a revivir noche tras noche su primer encuentro.
Pero la que más me gusta a mí es la que cuenta: que algunas noches de luna llena, cuando los dos se encuentran en la guarida de la loba, al introducirse en el agua, un rayo de luna les traspasa el costado, transformándolos en hombre y mujer; haciendo la dualidad de esta metamorfosis mas completa. Y que los dos, se alejan de la mano, andando sobre el agua, perfumados por el galán de noche, riéndose alocados a encontrarse con su madre, la luna.

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